Protestas en Los Ángeles: expresión de un conflicto interburgués global

por Jorge Gálvez (Coordinador Nacional del Mov. Soberanistas de Chile)

Las recientes protestas de migrantes en Los Ángeles no deben ser vistas como un fenómeno aislado ni, mucho menos, como un “alzamiento popular” espontáneo. Se trata, en realidad, de un episodio más del conflicto entre fracciones del bloque en el poder a escala global. A pesar de la legitimidad de las demandas de los migrantes, estas movilizaciones son manipuladas desde las sombras por el llamado “Estado Profundo”, que busca desestabilizar y redibujar el mapa político de Estados Unidos antes de las próximas elecciones.

El enfrentamiento de fondo es entre dos sectores de la clase dominante mundial: por un lado, los globalistas neoliberales, con sus rostros ya conocidos, BlackRock, la banca Rothschild, George Soros, Bloomberg, y más otros parásitos de las finanzas internacionales; y por otro lado, los llamados “nacionalistas industriales”, cuya figura más visible es Donald Trump, junto a sectores del complejo militar-industrial que apuestan por la repatriación de capitales y el proteccionismo económico.

Las protestas en Los Ángeles son la punta visible de una disputa interburgués global que atraviesa una fase decisiva. Las élites globalistas, en retirada tras los avances de fuerzas como la de Trump, buscan recomponerse mediante el caos, la manipulación de causas legítimas y el uso instrumental de los pueblos.

No les importan los migrantes. Ni a Trump ni al gobernador de California Gavin Newsom, ni al Partido Demócrata ni al Republicano. Lo que estamos viendo es una guerra de facciones del capitalismo financiero contra sectores del capitalismo productivo, en la que los sectores populares, como siempre, terminan siendo carne de cañón y bandera de conveniencia.

De Ucrania a Los Ángeles

La injerencia globalista no se limita a Estados Unidos. Los mismos sectores que financiaron el golpe de Estado en Ucrania en 2014 y que hoy arman a grupos neonazis para enfrentar a Rusia, son los que ahora buscan recuperar terreno dentro del propio suelo estadounidense. Es revelador que, casi en paralelo a las protestas en Los Ángeles, el actual líder de Al QaedaSa’ad Bin Atef Al-Awlaki, una creación del aparato globalista en sus años de alianza encubierta con la CIA, haya llamado a los musulmanes en EE.UU. a lanzar una yihad contra Trump, Elon Musk y JD Vance. No hay coincidencias en geopolítica.

Este contexto internacional encuentra eco inmediato en el escenario californiano, donde las reacciones políticas y mediáticas buscan capitalizar el caos según sus intereses.

El despliegue de la Guardia Nacional y los Marines en Los Ángeles ha sido recibido como muestra de “firmeza” por parte del electorado republicano. Para Trump, es una oportunidad ideal para reforzar su imagen de “mano dura”, justificar futuras órdenes ejecutivas antimigratorias y endurecer la narrativa de “ley y orden”. Mientras tanto, sus detractores lo acusan de autoritarismo, aun cuando esas mismas tácticas serían aplaudidas si provinieran de un presidente demócrata. La doble moral es evidente: lo que con Trump es “dictadura”, con los demócratas sería “gobernabilidad”. Esta hipocresía estructural revela la verdadera naturaleza del conflicto: no se trata de principios, sino del poder de dos facciones imperialistas.

La manipulación de los Migrantes por el Estado Profundo

Las protestas de migrantes en California han sido hábilmente manipuladas por el aparato globalista para generar una crisis que golpee la imagen de Trump, a quien consideran un obstáculo para sus intereses. No es casual que el caos se origine en uno de los bastiones demócratas por excelencia y con un gobernador como Gavin Newsom, que ha sido apuntado como el posible próximo candidato presidencial.

Newsom, quien hasta hace poco era un nombre desconocido fuera de las fronteras de EE.UU., ha ganado notoriedad al presentarse como el “anti-Trump”, incluso en terrenos donde ambos simulan coincidir: la militarización de la protesta y el uso político de la inmigración. Tanto él como Trump, cada uno desde su trinchera, intentan sacar réditos de la situación de protestas de los migrantes.

Las protestas aunque nacen de condiciones reales de precariedad, exclusión y violencia estructural provocadas por el neoliberalismo y el imperialismo, no logran consolidar una autonomía política propia. En lugar de convertirse en fuerza transformadora, son absorbidas por la red de intereses del bloque globalista, que instrumentaliza el descontento social como herramienta de presión dentro de su pugna con la facción nacionalista-industrial, representada por figuras como Donald Trump.

Mientras los sectores populares no avancen hacia una alternativa política independiente que confronte a ambos polos del poder burgués, tanto el financiero transnacional como el nacionalismo capitalista, toda protesta corre el riesgo de ser reducida a combustible para una guerra intercapitalista global. La urgencia histórica es clara: sin una opción popular organizada y consciente, las luchas sociales en EE.UU. y el mundo seguirán siendo manipuladas, desviadas y finalmente neutralizadas por las élites enfrentadas.