
Por Camilo Parada Ortiz.
Soy nieto de Fernando Ortiz Letelier, Secretario General del PC chileno en la clandestinidad, detenido durante la tarde del 15 de diciembre de 1976, cerca de Plaza Egaña, con su compañero de militancia Waldo Pizarro, en la operación conocida como grupo de los “trece”detenidos desaparecidos; soy hijo José Manuel Parada Maluenda, secuestrado, torturado y posteriormente degollado por un operativo de inteligencia de carabineros el 29 de marzo de 1985, junto a sus compañeros comunistas Santiago Nattino Allende y Manuel Guerrero Ceballos. Tanto mi abuelo Fernando como mi Padre “El Pelao” marcan de forma trágica a mi familia, pero también, de forma amorosa, y esa dimensión es menos conocida, aplacada muchas veces por la brutalidad de la realidad dictatorial, por la necesidad de relatar lo inenarrable, por el deber de la memoria, una memoria que tiene muchas aristas; mi abuelo no solamente es un detenido desaparecido, del cual pudimos recuperar algunos mínimos restos óseos en la Cuesta Barriga, hace algunos años, y así poder cerrar con un rito funerario un macabro ciclo, al contrario de muchas otras realidades, tantas familias que siguen clamando y preguntando ¿Dónde Están? Mujeres que se nos van sin tener aún ni la más mínima justicia; como decía, mi abuelo no solamente es una herida en la familia, también fue un abuelo cariñoso, sobre todo con sus primeros nietos Sebastián y Javiera, fue un excelente profesor de historia, investigador apasionado del movimiento obrero chileno, dirigente combativo de la Asociación de Profesores y Empleados de la Universidad de Chile (APEUCH); miembro del Consejo Superior Normativo de la Universidad de Chile, universidad que amaba, Secretario General de las Juventudes Comunistas y Secretario General del Comité Central del Partido Comunista clandestino, nacido en Talca, luego afincado en Puerto Montt, comprometido en la lucha por la Reforma Universitaria, bueno para las largas conversaciones, repleto de humor y lector sin frenos; por otro lado, José Manuel, mi padre, cuyo recuerdo no necesita de fechas, pero que sin dudas marzo trae a la presencia la brutalidad de ese año 1985, pero mi papá, no solo es una de las víctimas de la dictadura, fue un trabajador de la Vicaría de la Solidaridad, donde dirigía el equipo de archivos, muy importante en la sistematización de información sobre violaciones a los derechos humanos, pasaba horas escribiendo poemas, leyendo, inventando cuentos para nosotrxs, sus hijxs; medio pirómano, le fascinaba seguir a los bomberos para ir a ver incendios, aventuras en las que hacía cómplices a nosotrxs, su pequeña prole, así pudimos ver el famoso incendio de la Torre Santa María o algún incendio forestal entre el Quisco y Algarrobo (cuando aún existía un tupido bosque), caminante infatigable, cuántos domingo me despertaba de madrugada para ir a subir cerros, muy lúdico, entretenido, locateli.
Escribo todo esto, porque creo que debemos también vencer esa estética morbosa de la derrota y dolor permanente, nuestros muertos eran vidas plenas, mucho más que el minuto del martirio, siento que hay mucho de martirología sufriente en todas estas conmemoraciones, quizás por la cultura católica de la muerte y la culpa, que también anida dentro del ateísmo materialista; nuestros muertos eran vida pura y así los recuerdo.
Es por eso, que para mí, la importancia de la memoria en tanto que ejercicio histórico y ritualidad, ha de relacionarse siempre con el presente para proyectar al futuro, una memoria que conecte con nuestras luchas de hoy, con la impunidad, por ejemplo, que sigue extendiendo su manto y que golpea a las luchadoras y luchadores de hoy; y también con esa confianza en luchar por un mundo mejor, liberado de todo tipo de opresiones, para que todos los seres humanos podamos desarrollarnos en libertad y respetar la naturaleza de la cual hacemos parte.
La memoria viva, la memoria de pie, la memoria cariñosa, obviamente con su dimensión de dolor, pero también repleta de vida, de risas, de juegos, de cariño, porque nada es puro, todo es un conjunto complejo y repleto de contradicciones, por tanto la memoria en disputa, como herramienta de lucha y en función de un mundo mejor, de combates presentes, como la apertura de todos los archivos de la dictadura, la lucha por la disolución de todas las fuerza represivas como carabineros, por la libertad de lxs presxs polítcxs en democracia, por el derechos a libre autodeterminación de todos los pueblos, contra las guerras imperialistas, pero también la lucha por una Educación Sexual Integral, feminista y disidente o por otro modelo productivo, por el ecosocialismo, por los equilibrios naturales, por la mayor democracia popular, por el tiempo libre, por los cuidados, para que esta vida valga la pena de ser vivida y no como fetichismo de la derrota, porque ser genuinamente revolucionarixs también es disputar cada espacio y tiempo de esta vida, que el sistema quiere encuadrar bajo sus reglas, nuestro triunfo es también la porfiada rebeldía y nuestro homenaje a Jose Manuel, Manuel, Santiago, Mauricio, Paulina, Rafael, Eduardo y a todxs, que sea la lucha por la emancipación, la libertad y la vida plena para todxs.